Soledad y psicoterapia

Soledad y psicoterapia

Soledad y psicoterapia

No parece ser tan extraño en los tiempos que corren, aunque en los más antiguos tampoco, que el sentimiento de soledad embargue al ser humano en diversos momentos de su vida y en los casos más extremos, siempre.

En cualquier caso, las personas que se ven amenazadas o inmersas en un hondo sentimiento de soledad, también pueden intentar entender qué les ocurre e incluso ¡resolverlo! mediante alguno de los tratamientos psicológicos, como por ejemplo la psicoterapia.

Curiosamente, en mi soledad escribiendo este post para el blog y ojeando El País del domingo, leo un articulito titulado “Soledad, una nueva epidemia” por John Cacioppo, investigador estadounidense y pionero de la llamada neurociencia social. Debo decir que por un lado, el impacto de su lectura ha hecho que decida reescribir lo que ya tenía prácticamente elaborado, aunque por otro (y esto son las ventajas de las dificultades) tengo que agradecer que parte de lo que he echado en falta en su contenido, sea precisamente lo que en verdad quería contar. Y, me explico.

En su escrito, el autor nos alerta de que la generalización del sentimiento de soledad hoy en día es vertiginosa, llegando, tras un análisis sobre la prevalencia de ese sentimiento en la sociedad, a la consideración de la soledad como “problema de salud pública”.

Ni que decir tiene, y todos tenemos algún ejemplo a nuestro alrededor, que la soledad golpea a muchos seres humanos impidiéndoles tener una calidad de vida si no satisfactoria, al menos aceptable. Pero la cuestión es que la soledad, al igual que las personas, es un concepto bastante complejo y que entraña por tanto distintos niveles de comprensión.

Me referiré a cómo la intensidad de ese sentimiento puede determinar a su vez esa calidad de vida a la que me refería.

Decía Voltaire, que “la mejor de todas las vidas es la de una ocupada soledad” y creo que en parte, no le faltaba razón, y más adelante veremos por qué.

En relación a la soledad, es fundamental poder distinguir entre los siguientes aspectos, ya que a menudo se confunden:

  • Miedo a la soledad
  • Sentimiento de soledad
  • Soledad como sufrimiento
  • Soledad como elección

 

El miedo a la soledad, es una emoción primaria, que vista objetivamente, puede impulsar a la búsqueda de la relación con los otros, inicialmente, a la manera en que el niño necesita a los referentes parentales (madre, padre, etc.) para seguir adelante e ir construyendo, con su ayuda, un sentimiento de simismo integrado. Pero cuando esos vínculos iniciales han sido o demasiado intrusivos y dependientes o por el contrario demasiado distantes o incluso ausentes, la cosa cambia. Aparece el sentimiento de soledad.

El sentimiento de soledad, a su vez, puede ser por una causa objetivable, uno está o se ha quedado solo (una pérdida de un ser querido, una ruptura, en general un cambio vital importante) o por una sensación interna de estar solo (la típica situación de sentirse solo estando acompañado). Es aquí cuando debemos prestar más atención, pues será la intensidad con que vivamos esa sensación, la que determinará el que vivir el día a día acabe siendo un verdadero calvario. Todos de alguna forma u otra, sabemos que el sufrimiento producido por un profundo sentimiento de soledad, puede ser terriblemente doloroso emocionalmente e incluso físicamente pudiendo disminuir algunas características del sistema inmune (y aquí concuerdo con J Cacioppo).

La soledad como sufrimiento, ya presupone un alto grado de intensidad en esa sensación de soledad, si a lo cual añadimos un sentimiento difuso de vacío y otras alteraciones emocionales, como tristeza, impotencia o rabia, quizás es el momento de poder consultar y pedir ayuda psicológica. En estos casos, es importantísimo, una buena valoración de cual sería el tratamiento más apropiado para una persona en la que la soledad se ha convertido en un síntoma persistente. Sin duda, esta es la mejor prevención para no llegar a casos mucho más graves como el aislamiento social o el denominado Hikikomori en la cultura japonesa, aunque extendido globalmente, y que se trata de un cuadro patológico en el que las personas que lo padecen pueden llegar a estar hasta 6 meses aislados de la sociedad en sus casas y manteniendo únicamente vínculos con el exterior a nivel virtual.

Una indicación de psicoterapia puede ayudar y mucho, a entender y clarificar los sentimientos de soledad y poder detectar que está interfiriendo en el normal desarrollo de la vida.

Por último, la soledad como elección, se presenta cuando algunas personas eligen estar solas como forma de vida.
Hay que diferenciar también en esta situación, la elección de la soledad como forma de vida o cuando es buscada y deseada de forma transitoria. En este sentido, el estar y, el sentirse solo pueden convertirse en una oportunidad para reencontrarse con uno mismo y para contactar con los aspectos más íntimos y creativos de uno. Este matiz de la intimidad se convierte, por tanto en fundamental, para conseguir vivir la vida con una “ocupada soledad” a la que me refería antes cuando citaba a Voltaire.

Este estado de intimidad con uno mismo, ni de lejos, es algo fácil de conseguir. Al contrario, es la excepción. Por ello, a menudo se hace necesario una ayuda externa.

Así Soledad y Psicoterapia, conceptos inicialmente tan antagónicos, pueden ir de la mano, complementarse e incluso apaciguar y comprender ese sufrimiento si uno se decide a pedir ayuda psicológica.

Decía el gran poeta español José Ángel Valente en su estremecedor poema Se tú mi límite: “Una sola palabra tuya, quiebra la soledad en mil pedazos”.

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