El Ser Humano: Su caracter Solidario y su caracter Agresivo

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El Ser Humano: Su caracter Solidario y su caracter Agresivo

El otro día viendo la excelente exposición del museo del Prado “Metapintura. Un viaje a la idea del arte” no pude evitar pararme, más tiempo de lo habitual, ante una pequeña escultura esculpida en mármol blanco titulada “Prometeo y Atenea crean al primer hombre”. La fuerza y a la vez la delicadeza de esta pequeña obra llamaron poderosamente mi atención…A Prometeo en la mitología griega, se le considera como el Titán protector de la civilización humana. El, robó el fuego a los dioses y se lo ofreció a los mortales para que también pudieran usarlo. Esta osadía le valió el castigo de Zeus de ser encadenado a una roca, enviándole un águila para que le fuera devorando el hígado, cosa que nunca terminaba de suceder ya que Prometeo era inmortal y por lo tanto su hígado se regeneraba cada día. Esta es una de las múltiples versiones de este mito ya que existen muchas otras. Según la Biblioteca Mitológica Prometeo fue el creador de los hombres modelándolos con arcilla. Aunque en lo que sí hay consenso, es en que fue un gran benefactor de la humanidad.

Y es precisamente sobre este asunto sobre lo que quiero hablar en este post. Sobre algo tan complejo y tan sencillo como el ser humano.

Sigmund Freud no teorizó la idea del ser humano como tal, aunque si pensaba el hombre como un ser que está en continuo proceso de “construcción”. Consideraba al ser humano, no como hecho de una pieza, sino a veces abatido por sus contradicciones, pero sobre todo, habitado por sus actos conscientes y también inconscientes.

Este asunto de porque el hombre no puede explicarse siempre lo que le pasa (los aspectos inconscientes) es lo que le suele colocar en situaciones de gran vulnerabilidad para él y a veces también para los otros.

En la obra que citaba al principio puede verse como el incipiente hombre que está terminando de modelar Prometeo gira su cabeza hacia Atenea como mostrando así una señal de vida, un proto gesto de reconocimiento. Hoy en día, sin embargo, parece que estos gestos están muy ausentes en nuestra sociedad actual. Podemos decir que el hombre se diferencia del resto de los animales precisamente por su cultura y por tanto la renuncia a sus instintos más primitivos como el de la agresión. Decía el mismo Freud en El malestar en al cultura: “El hombre trata de satisfacer su necesidad de agresión a expensas del prójimo, de explotar su trabajo sin compensarlo, de usarlo sexualmente sin su consentimiento, de desposeerlo de sus bienes, de humillarlo…” Efectivamente a todos nos es familiar como en la actualidad estos comportamientos y actitudes entre los seres humanos parece que están generalizándose como si aspiraran a una “cierta normalización” que desde luego asusta más que otra cosa. Quizás ¿no estamos siendo testigos pasivos de un fanatismo nada desdeñable en los tiempos que corren?

Nosotros los humanos, como decía anteriormente, somos a menudo vulnerables, porque a la vez de poder ser independientes también necesitamos a los otros para conformarnos como personas. El gran asunto de las relaciones humanas ha sido tratado desde distintas disciplinas y con diferentes matices. En el mío, que es el de la psicoterapia, es un tema primordial y diría fundamental en cada uno de los casos que veo en mi consulta.

Las dificultades de relación de las personas, evitando el poder sentirse también solidario con los otros, son en muchas ocasiones la forma de expresión externa de otros problemas, entre otros:

  • Ansiedad
  • Depresión
  • Mal manejo de la agresividad

Una de las claves en el buen funcionamiento de las relaciones humanas en cualquiera de sus modalidades, en la pareja, la familia, la amistad, el trabajo, es el adecuado manejo del sentimiento de la agresividad. Muchas veces de forma inconsciente se cuelan en nuestras relaciones, comportamientos y comentarios que de entrada “sin querer” hieren y provocan que el otro se sienta amenazado.

Estas actitudes también nos definen a los seres humanos. Ahora bien, cuando este funcionamiento se convierte en un problema, se hace muy necesario pedir ayuda psicológica para entender qué puede estar sucediendo. Y no es conveniente en estos casos posponerlo. A veces, cuando la intensidad de ese sentimiento es muy alta y su forma de manifestarse no es descargándolo hacía el exterior, sino hacia uno mismo, el cuerpo puede empezar a sentirse precisamente agredido y a enfermar.

Recuerdo en mi época universitaria, que uno de nuestros profesores de psicopatología nos decía a menudo a modo de mantra: “Lo que no se verbaliza, se somatiza”. Quizás esta frase pueda pecar de simplista, pero no cabe duda que algo de verdad lleva en su contenido.

No poder entender lo que nos ocurre, puede llevarnos a la desesperación, pero también a una tendencia a somatizar, enfermando nuestro cuerpo y por tanto nuestra mente.

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