El ser humano II: la dependencia

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El ser humano II: la dependencia

Vengo pensando desde hace tiempo, quizás bajo la influencia de una bruma excesivamente realista que parece ir infiltrándose en nuestra sociedad actual, que las personas, la humanidad en general, está perdiendo, como decirlo, espesura, consistencia…, como si se estuviera despojando de parte de sus ropajes más característicos.

Y claro, hablo de esas cualidades de lo humano que la hacen brillar: la dignidad, la honestidad, la compasión bien entendida, etc., porque como sabemos, también el ser humano está dotado de otras cualidades, en principio mucho menos deseables, como la rabia, la envidia, el odio, pero sobretodo el temible miedo, que a veces es fuente y origen de esos terribles actos de los que están poblados los telediarios y los periódicos.

Probablemente se preguntarán a qué vendrá de nuevo esta “historia” de lo humano. La respuesta no es otra que el impacto que dejó en mi, la película que vi recientemente titulada “Ana, mon amour”.

Esta película dirigida por Calin Peter Netzer, nos muestra de una forma a veces dura, pero sobretodo realista, lo que puede ocurrir en las relaciones humanas, en este caso en la relación de amor entre Ana y Toma.

A lo largo del film, el director nos comunica como los conflictos individuales sin resolver de los personajes, inciden directamente sobre el vínculo que se va construyendo “aparentemente” sobre un amor genuino.

DEPENDENCIA EMOCIONAL HUMANA

La dependencia emocional de Ana, debido a sus ataques de pánico, coloca a Toma en una posición de “salvador” que en el fondo parece estar encubriendo una fuerte necesidad de control de su pareja.

Todo esto, se va desvelando a lo largo de la película bajo la magistral dirección de Calin que va manejando los diferentes tiempos a través de las sesiones de psicoanálisis del protagonista.

La dependencia emocional ocupa un altísimo porcentaje en los síntomas por los que se consulta cuando se fracasa en una relación de pareja o en general, en las relaciones humanas.

Quisiera decir, por mis cada vez más largos años de experiencia clínica, que lo que suele estar implicado en estas ataduras emocionales es un desconocimiento por parte de las personas de su “verdadero deseo” y de lo que realmente le está pidiendo y ofreciendo la otra persona. Esta situación suele provocar desconcierto y en muchas ocasiones sufrimiento a la hora de relacionarnos. Necesitamos del otro, pero …¿hasta dónde?

Esta pregunta, me hace recordar la conocida parábola del erizo de Arthur Shopenhauer en la que un grupo de erizos ante un día muy frío, deciden acercarse a otros para satisfacer su necesidad de calor. La paradoja es que cuando más se acercan y más se satisface esa necesidad, más dolor les causan las púas de sus erizos vecinos, de tal forma que no les queda más remedio que ir autorregulándose hasta encontrar la separación más aceptable.

En el libro “Psicología de las masas y análisis del yo” (que ya he citado en otras ocasiones por su pertinencia para entender la situación del hombre y de la sociedad en los tiempos actuales), Sigmund Freud utiliza esta parábola de los puercoespines para hablarnos de cómo se comportan afectivamente los hombres entre sí, y de cómo una aproximación “excesivamente íntima” puede resultar insoportable (en algunos casos incluso, altamente patológica, hablaré de ello en un futuro post).

TRATAMIENTOS PSICOLOGICOS REGULADORES DE ESA DEPENDENCIA

De hecho, Freud desarrolla y demuestra en ese libro, como la psicología de los grupos, de la sociedad y de las relaciones humanas entre pares, se explica en gran parte por los cambios psicológicos que se producen a nivel individual en las personas.

Y ésto, es precisamente lo que podemos ver en “Ana, mon amour”, cómo a través de un tratamiento psicoanalítico se pueden “desvelar” aquellos aspectos y funcionamientos de nuestra personalidad que desconocemos, y que cuando “salen a la luz” pueden ponerse al servicio y al encuentro de un amor, si me lo permiten, verdaderamente genuino.

Como podrán deducir, lo que aquí está en juego es la posibilidad de cambiar, la oportunidad de humanizarse (también veremos en qué consiste esto más adelante), y no cabe duda que a través de una psicoterapia psicoanalítica este cambio puede lograrse de forma profunda y consistente en el tiempo.

Voy a acabar este post, citando al gran dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht cuando dice: “No acepten lo habitual como cosa natural, pues en tiempos de desorden sangriento, de confusión organizada, de arbitrariedad consciente, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural, nada debe parecer imposible de cambiar”.

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